LA PRENSA GRÁFICA
Viernes 24 de
julios de 1959
Página 6, 35
SI YO TUVIERA SIETE AÑOS
Por René
Arteaga
En el correo de esta mañana lluviosa me llegó una
carta de Viena remitida por una antigua discípula de francés, otra de San
Miguel firmada por un lector mío que me felicita por cierto artículo
periodístico, el boletín de prensa de la Embajada de Estados Unidos, las
informaciones periodísticas diarias que me envía la Embajada soviética y un ejemplar de LA PRENSA GRÁFICA
del 22 de junio.
Lo que más me ha conmovido es precisamente el
ejemplar del 22 de junio en cuya página veintisiete se publica una fotografía
del nuevo Centro Escolar de Ciudad Arce, construido por el gobierno del presidente
Lemus a un costo de 260 mil colones y con capacidad para 1.440 estudiantes de
primaria. Digo que me ha conmovido, porque yo nací en Ciudad Arce y me tocó
aprender mis primeras letras en una escuelita de dos grados atendida por un
solo maestro, nótese que digo maestro y no profesor, cuando aún era la época
del ábaco, del pizarrín, del puntero y del bolsón de mantaplaza; cuando el
libro de Mantilla era lo único en que se podía deletrear y el canutero
significaba estar en la escuela capitalina.
Precisamente en ese cerro donde ahora ha sido
construido el moderno Centro Escolar, posiblemente el mayor del país, solía yo
pastar unas cabras, saborear los panecillos de chupamiel y soñar… soñar como un
niño que desea ser grande para estudiar mucho y llegar a ser escritor. Cuán
lejano siento aquéllo. Qué bellos recuerdos se me aglomeran y, al mismo tiempo,
cuánta tristeza me da el haber creído que mi escuelita miserable era la mejor
de la región y cuánta alegría siento al ver que los niños de Ciudad Arce
tendrán lo que yo nunca tuve: una escuela digna, no sólo para soñar sino para
estudiar y prepararse como la patria lo exige.
Si yo tuviera
siete años, me levantaría más temprano que nunca, me daría un baño en un
remanso de mi río de La Joya y saldría cantando hacia el aula nueva de mi
“escuelona”. Ya no me encontraría allí a mis maestros de aquel entonces, don
Rafael Sarmiento, don Raymundo Torrueya y don Ricardo Martel Caminos, pero
sería recibido por jóvenes normalistas que me enseñarían con mayor “enjundia.”
Si yo tuviera siete años, ya no llegaría a sentarme
en el suelo de aquel humilde caserón que albergaba a cuarenta mocosos de la
época; ya no me daría tristeza saber que el profesor Molina gana treinta
colones al mes o que el poeta Martel Caminos no tiene dinero para publicar sus
primeros versos.
Si yo tuviera siete años, ya no me tocaría recibir
coscorrones por el robo de cuartillo ni tendría que llevar el agua en una
“pichinga”, ni orinarme en clase, ni arrimarme al rincón del aula cuando
cayeran las tormentas que anegaban la escuela.
Si yo tuviera siete años, iría a la escuela nueva de
mi viejo cerrón, ocuparía un moderno pupitre y leería muchos, pero muchos
libros, al lado de una linda maestrita que usa bicicleta y habla de sociología;
porque recuerdo que mi maestro Torrueya llegaba en burro y que muchos de mis
compañeritos tenían que viajar diariamente a pie desde una legua de distancia
para irse a sentar en el suelo de tierra y escuchar los ronquidos de aquel
ancianito director que estaba tan débil de tanto no comer.
http://es.scribd.com/doc/186859859/SI-YO-TUVIERA-SIETE-ANOS
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