René el periodista
Por Froylán M.
López Narváez
Usted lo ha de haber leído. Siempre buscando camino,
en el Excélsior de Scherer, o antes,
y después con sus amigos nuestros de Uno
Más Uno. Murió hace ocho días, René Arteaga, el salvadoreño-latinoamericano-mexicano,
hombre de hoy.
Perdone usted la referencia de un asunto de colegas. Pero este trabajo de hacer, buscar verdad,
reclama, la comparecencia de trabajadores, de gente como este hombre bueno
floreciéndole el ingenio y la morosidad a todas horas.
René quería que todos fuésemos. Que hubiere amistades
entre estos pueblos, todos suyos. Quizás usted sepa de la locura diaria de las
redacciones. Allí se necesitan personas como este periodista mortal,
tempranamente anticipado. Pudo haber hecho cosas trascendentales. Hizo solamente
las mejores, frecuentemente. Decirle a la gente, con la gracia que le permitía
sus holguras y sus ganas, las cosas de la vida.
El periodista que cubrió, antes que nadie, la muerte
del “Papa” Doc ahora mismo pudo haber tenido la misión de investigar cómo es
que han dejado colgado al regente con la incógnita del homicidio del profesor
Hugo Margáin Charles. Cómo es que un funcionario de las polendas, los cuidados
y las pretensiones del exgobernador, queda en entredicho al no cumplir pública
promesa de aclarar en horas, 72, que se están convirtiendo en días sospechosos
e inexcusables.
Pudiera también rastrear los juegos de los ricos “democratizantes”
–perdón Nikito- de Nicaragua. Cómo es que esta lucha se desmaya –y no fenece-
en vísperas de un triunfo principal primero. Estaría presto para relatar los
escamoteos o la presunta y posible toma de mayor poder los sandinistas, esforzados
y pacientes como deben ser.
En su risa, contraria ahora mismo su encuentro con su
muerte, la única verdadera que cada quien tiene. Quizás diría de la pena de no
encontrarse ya más, perdiendo el tiempo, para ganarlo para siempre. Acuciado
vendría a relatar sus reencuentros con otros hombres de la misma tarea. Ha de
andar buscando a Daniel, a Rosario, a Fray Alberto, a Alvarado, y como a nadie,
a Juan Pablo I, a Pablo VI, a Lenin, a Marx, a “Chano” Pozos, a San Martín, a
Cárdenas. Ahora sí muerto de ganas y de tiempos para trabajar.
No siempre cumplía las órdenes René. Hacía las
propias. Las “voladas”, para cubrir el expediente y los enojos de sus
compañeros superiores, nada más en las jerarquías del trabajo. Nunca para el
mal, para el sagueo, la “iguala” o la maldad.
Porque en este trabajo se sufre el acoso de los “compradores”
de periodistas. Primero, la adulación para que la vanidad, necesidad-vicio
profesional, menoscabe el deber de decir verdad, pese a quien pese, a la hora y
en el momento en que sea el caso. Siempre lo es.
Luego los dinero mal ganados. Sobres y envíos,
corrupción doble, como si las letra de los billetes pudiesen perdurar más que
las que se imprimen en la honra, en el escrito propios.
René trataría de saber qué piensa ahora mismo el
secretario de Comunicaciones y Transportes. Cómo es que un hombre adicto a las ideas
nuevas ha perdido las brújulas de la idea primera del bien de los trabajadores,
antes que la estrategia de la tecnocracia. Por más que se puedan saber de
abusos, “charrismos” o torpezas.
Este trabajo del periodismo, de su base los
reporteros, es una obra de imperfectos. Enterados, rara vez sabios; maliciosos,
nunca malvados (aunque…); de prisa, sin perder nunca la calma toda; escépticos,
siempre amorosos de la verdad; exitosos, nunca en el triunfo permanente…
Lástima grande que no se pueda dar la gran noticia
segunda –la primera es el nacimiento- de la muerte propia.
Quizás se contaría cómo es que se renace, cómo es que
la muerte es como el alumbramiento, a la otra, la vida misma. Lo inédito, la
gran noticia, las ocho columnas para la eternidad de uno mismo. “Estoy muerto”.
Ya corren por allí los nuevos renés. Con más
ideologías y menos humor y no tantas sonrisas ni benevolencias ni solidaridades
concretas. En todo caso René mereció ya su derecho a la gran información, al
destino final. Es una pena que no cuente cómo y por qué, hasta dónde y qué
pasa. Ha muerto un reportero, un contador y hurgador de la vida.
Proceso No. 104, 30 de octubre de
1978.
http://es.scribd.com/doc/181277718/Rene-el-periodista
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